(9na parte)

Por: Alejandro Santos

Esta serie de artículos está orientada a exponer nuestra manera de ver cómo se han comportado las transiciones y los relevos en los partidos políticos dominicanos en el período reciente.

Hemos podido observar que, en el caso del PRD, el relevo de un líder único y hegemónico al estilo del paradigma de Peña Gómez no se ha producido. Con el paso del tiempo, tanto el PRD como ahora el PRM han tenido que sobrevivir bajo una especie de dirección compartida, en un esquema que busca el equilibrio de competencias entre grupos y tendencias internas.

En el PLD, en cambio, se logró encauzar un relevo más claramente definido con la ascensión de Leonel Fernández, quien se erigió como un líder ampliamente aceptado en las filas del partido, siendo reconocido como el sucesor de Juan Bosch, aunque en tiempos muy distintos a los de su predecesor.

Para continuar abordando el tema que nos hemos propuesto, vamos a examinar lo ocurrido en el Partido Reformista: cuál ha sido su proceso de transición y relevo.

El Partido Reformista se fundó en 1964. En el momento de su creación, se produjo una confusión debido a que fue Augusto Lora quien lo registró ante la Junta Central Electoral para su legalización. Este hecho le otorgó cierta notoriedad, lo que le permitió ser vicepresidente junto a Balaguer y, posteriormente, desafiar al propio presidente Balaguer en su carrera hacia la presidencia de la República.

Desde el nacimiento del Partido Reformista, Joaquín Balaguer fue su único líder. Todo gravitaba a su alrededor: era dueño y señor de su partido, fusionando el caudillismo con el liderazgo personalista.

Obviamente, la fortaleza de Balaguer también se sustentaba en su prolongado ejercicio del poder. Tras la Revolución de Abril y la intervención norteamericana de 1965, Balaguer resultó electo presidente y se perpetuó en el poder durante 12 años consecutivos, valiéndose de todas las malas artes y promoviendo el uso de las fuerzas militares para sembrar el miedo en la población.

Los procesos electorales de la época no ofrecían las garantías suficientes para un ejercicio pleno del derecho al voto, y los partidos de oposición eran objeto de persecución y encarcelamiento.

La permanencia y continuidad de Balaguer como único líder de su partido siempre estuvo estrechamente vinculada a las facilidades que le brindaba la presidencia de la República para imponer la obediencia a cualquiera que intentara desafiar su autoridad. Casos emblemáticos como los de Augusto Lora, Fernando Álvarez y Jacinto Peynado terminaron con el ocaso político de estos líderes. Tanto Lora como Peynado fueron vicepresidentes de Balaguer, y desde entonces existe el mito en nuestro país de que los vicepresidentes no llegan a la presidencia de la República.

Indiscutiblemente, el Partido Reformista nació, vivió y murió con Joaquín Balaguer. Fue, en todo momento, su único líder, y nunca se produjo un verdadero relevo dentro del partido.

Con la muerte de Balaguer, el 14 de julio de 2002, también quedó sepultado el Partido Reformista, que luego se atomizó en pequeñas fracciones: una cantidad de grupúsculos dedicados a negociar cuotas de poder con el partido que estuviera de turno en el gobierno.

El Partido Reformista, en su ADN, estaba concebido para vivir desde el poder. Su fundador y caudillo siempre estuvo obsesionado con preservar el ejercicio de la presidencia de la República, como si estuviera “predestinado” a ser presidente durante toda de su vida.

Continúa…

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