Oscar López Reyes

POR: Oscar López Reyes

BARAHONA.- La de Angel Salvador de la Cruz remolina como una historia que convoca a un estudio bio-psico-religioso y a escribir una novela. Abandonó la rutina homosexual, que había adosado por más de 50 años, luego de decidir vivir en el vetusto cementerio municipal y convertirse al evangelio. “Apartense de esa vida”, predicaba en su ciclo vegetativo postrero a los contertulios de antiguas juntillas y andanzas, que “la mía es otra después que acepté a Cristo”.

2006. El ruido con finura escaló a los oídos de dos visitantes a la ciudad de difuntos. “Todos los días, a las 7 de la noche, Salvadora sale del cementerio para ir a la iglesia a participar en los cultos, y al cementerio regresa como a…
Vivió en cementerio y enterró homosexualidad

Oscar López Reyes

BARAHONA.- La de Angel Salvador de la Cruz remolina como una historia que convoca a un estudio bio-psico-religioso y a escribir una novela. Abandonó la rutina homosexual, que había adosado por más de 50 años, luego de decidir vivir en el vetusto cementerio municipal y convertirse al evangelio. “Apartense de esa vida”, predicaba en su ciclo vegetativo postrero a los contertulios de antiguas juntillas y andanzas, que “la mía es otra después que acepté a Cristo”.

2006. El ruido con finura escaló a los oídos de dos visitantes a la ciudad de difuntos. “Todos los días, a las 7 de la noche, Salvadora sale del cementerio para ir a la iglesia a participar en los cultos, y al cementerio regresa como a las 10 de la noche”, nos contó mi tía Zulema López, en respuesta a la interrogante sobre el leve murmullo.

Contextualicemos. El origen del presente relato se remonta a 19 años. A eso de las 8 de la mañana de un domingo del 2006 desde la tumba de mi abuela Profeta López escuché el crujido de una máquina de coser. Al indagar con mi tía Zulema López si oía el sonido, me hizo la seña que sí, y que me callara.

Ya sentados los dos en mi vehículo, me preguntó que si recordaba al costurero que gustaba que le llamaran Salvadora, y le respondía que sí. A seguidas me dijo que este se había mudado para el camposanto, donde instaló su sastrería. No me dejó que le hiciera una entrevista, pero sí que le saludara de lejos.

Angel Salvador de la Cruz (Salvadora) operó su sastrería -camisas para hombres, pantalones, trajes, blusas, faldas y otras vestimentas- en la calle Las Delicias (hoy Santomé) número 12, donde acudían hombres y mujeres del casco urbano de Barahona y de campos aledaños a ordenar la confección de prendas de vestir.

En un momento en Las Delicias sintió la sensación de estar sumergido en un pozo sin fondo y se trasladó a la casa de una hermana, en la calle Sánchez número 1, casi esquina 30 de Mayo, y en ese otro espacio físico más sereno ocurrió lo mismo. Perdió la memoria por un tiempo y la recuperó con el auxilio de una Biblia que le obsequió un pastor, porque consiguió la paz espiritual que necesitaba.

Para airear su tranquilidad, en 1998 optó por vivir en un mausoleo privado del cementerio municipal, construido en 1922, y se convirtió al evangelio en la Iglesia de Cristo, ubicada en la calle Jaime Mota esquina General Cabral, seducido por las prédicas del pastor Santos Féliz, quien falleció del Covid-19.

Por esa ocupación, los propietarios del amplio panteón elevaron una queja ante el alcalde municipal de Barahona, Luis Virgilio Reyes (1998-2002), quien ordenó al zacatecas que le preparara el cuarto en el cual guardaban los materiales de limpieza del jardín de despojos, para la reubicación del nuevo hospedador. La decisión fue respetada por el alcalde subsiguiente, Noel Octavio Suberví Nin (2002-2020). En los dos sitios se sintió feliz, más con la lectura del Nuevo Testamento.

Durante 13 años, además de las otras horas, a las 7 y a las 10 de la noche cruzó entre nichos, cruces, capillas, candelabros, velas, flores, plantas ornamentales, árboles, lápidas y fotografías. En este ambiente, Angel Salvador de la Cruz (Salvadora) durmió, cocinó, lavó y confeccionó ropas con su adorada máquina de zurcir, manoseado por vientos cálidos y reconfortantes provenientes del cercano mar Caribe.

En ese destino de reposo de esqueletos y en la iglesia dejó de parrandear, y se ahuyentó de la orientación lésbica, según testificaron tanto una hermana, una sobrina, dos vecinos de viejas relaciones y otros conocidos. Rodeado de monumentos fúnebres, en el parque de inhumación conmemorativo cosía para las tiendas y algunas personas que iban a tomarse las medidas correspondientes.

Relacionados afirman que no se metía con nadie. En una ocasión, narró su exvecino Bienvenida Peña (Biembá Cabeza) jugaban softbol dos equipos de la Liga Efraím Mecenas Vargas, en el estadio Los Caneros, que colinda con el cementerio, un bateador conectó un jonrón por el center fill y la pelota cayó en el camposanto. Inmediatamente la bola regresó por el aire, lanzada desde una necrópolis, sin que se viera ninguna mano. Se propaló que había sido devuelta por un muerto. Pero fue el modisto forastero que tuvo la cortesía de regresarla.

Angel Salvador de la Cruz (Salvadora) era alto (medía más de 6 pies), de color indio y tenía el cabello duro. En su juventud y adultez se le veía corpulento. Usaba pantalones apretados y caminaba como una mujer. Después de mediados de la década de 1960 gustaba pasear, en las primeras horas de la noche, por calles del sector Villa Estela, abrazado con otros dos que preferían el mismo sexo: Bebejo y Tony. Unos lugareños los saludaban, y otros los aplaudían.

Nació en Azua, y muy pequeño llegó a Barahona con su padre José Francisco de la Cruz (Panchito), quien procreó 12 hijos y se dedicó a la agricultura y la ganadería en campos de esta última población. Fue criado por la esposa de su progenitor, Enércida Beltré. La madre materna, que padecía de decaimiento mental, quedó en Azua.

Por 50 años sobresalió como un diseñador de primera, y por más de una década residió entre sepulcros. El Sábado Santo -19 de abril del 2025- su cuartucho residencial del camposanto estaba sin Angel Salvador de la Cruz (Salvadora), porque su cuerpo fue enterrado en otro dormitorio permanente de Barahona, distante a un kilómetro.

El día citado volví a visitar el cementerio, sin mi tía Zulema López, quien descansaba eternamente en el mismo camposanto del referido. Las preguntas que ella no permitió que le formulara, en horas de la mañana me la contestaron -19 años después- la hermana, la sobrina y dos vecinos del homosexual más conocido en el pueblo.

Cuando cifraba cerca de 80 años de edad, Angel Salvador de la Cruz (Salvadora) enfermó de los pulmones y tuvo que ser recluido en el hospital regional Jaime Mota, donde expiró el 11 de marzo de 2011, afectado de neumonía. Fue velado en la funeraria Savica y soterrado en el cementerio municipal Américo Melo.

En este extraño y enredado cuadro terminó su vida de dolencia, discriminación, angustia y aguante, derivada de su condición psíquico-corporal, que sobrellevó con resignación, gozando en el arte de elaborar atuendos. Contrarrestó su calvario dando riendas sueltas a sus dificultades existenciales, en el disfrute de tragos, la diversión y los placeres románticos.

El periplo precedente se presenta como un fenómeno objeto de análisis para psiquiatras, psicólogos y neurocientíficos, así como para teólogos, filósofos, sociólogos y educadores. Más que resonancia magnética y otros estudios clínicos, para una mayor comprensión sobre las facetas cognitivas y emocionales de los sujetos, se impone priorizar en el tablero de la experiencia individual, con el realce de la espiritualidad y la fe. Tonifica como útil para terapias del comportamiento y representa una valiosa ayuda para la superación humano-social.

 

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