Enfoque
Por Felipe Román
Apreciado y amable lector, una relación cualquiera, padres e hijos, laboral, de pareja, religiosa, o de otra índole, debe estar basada en los diferentes tipos de amor, no en el temor, debido a que sí la base es el temor, nunca será auténtica, porque el temor y el amor se contraponen.
En la Biblia se expone de la manera siguiente: «No cabe temor en el amor; antes bien, el amor pleno expulsa el temor, porque el temor implica castigo; quien teme no ha alcanzado la plenitud en el amor» (1 Juan 4:18. Biblia de Jerusalén latinoamericana).
Ya sabemos que lo ideal en una relación entre padres e hijos es que esté normada por el amor. Sin embargo, no siempre sucede así, y la relación con uno de los progenitores podría ser sumamente conflictiva y estar basada en el temor, no en el amor.
Así tenemos el caso del famoso ex tenista Andre Agassi, quien tuvo una especie de dos vidas, una pública y otra privada. De la primera sabemos que fue un excelente tenista y llegó incluso a ser número uno de ese deporte, y ganador de ocho Grand Slams. También fue esposo de la famosa tenista Steffi Graf y posteriormente se casó con la famosa actriz Brooke Shields, con la cual aún convive junto a sus hijos. Su otra faceta -vida privada- la desconocíamos hasta que publicó años después de retirado de la vida tenística, en 2009, su libro titulado “OPEN”, en el que cuenta, entre otras cosas: «Fui número uno del mundo en algo que odiaba, mi vida de tenista fue el sueño de mi padre, no el mío. Nunca de niño quise ser tenista, fui obligado a serlo». En su autobiografía cuenta que en realidad le gustaba el football y la literatura.
El padre de Agassi tuvo la sádica idea de ponerlo a entrenar diariamente siendo un niño, enfrentándose a una máquina que lanzaba bolas de tenis a 180 km/hora= 112 millas. El padre decía que sí golpeaba 2,500 pelotas al día, serían 17,500 a la semana y casi un millón al año. Y que un niño capaz de golpear esa cantidad de bolas al año, sería imbatible.
Algunos métodos usados por progenitores son dañinos para sus hijos.EXTERNA
Precisamente por ese entrenamiento tan sádico y desgastante, Agassi, en lugar de crecer amando el tenis, como deseaba su padre, sentía un profundo rechazo y odio a ese bello deporte. Pero jugaba por temor a su padre que había sido un rudo boxeador en su natal Armenia, y también un tenista mediocre, lo que explica su deseo obsesivo de que su hijo fuese una estrella de ese deporte, para satisfacer sus deseos, no los de su vástago.
Probablemente usted piense, amable lector, que lo descrito sobre Agassi es un caso excepcional, pero lamentablemente no es así. Una gran cantidad de progenitores se comportan de manera sádica, tratando de inducir a sus hijos, para que ya sea en el plano laboral, técnico, deportivo, profesional u otros, obtengan lo que ellos anhelaron o soñaron ser, y que, por diversas razones, no lograron conseguirlo. Algunos lo hacen de manera clara como el padre de Agassi. Y aunque fue una conducta dañina, aún así ocasiona menos daño afectivo. Agassi de adulto logró superar sus frustraciones, e incluso logró amar el tenis.
Sin embargo, otros métodos usados por muchos progenitores son ciertamente más dañinos, porque aunque también son sádicos, resulta más terrible, debido a que logran que las personas afectadas se sientan impotentes para defenderse, porque les aplican lo que se conoce como “Sadismo Benévolo”, que como su nombre indica, usan palabras que supuestamente son por el bien de la persona o «bondadosas», pero realmente el propósito es disfrutar al dominarla, sin que a esta le queden fuerzas para defenderse. Así logran el control de sus vidas y, bajo el disfraz o careta de la «bondad», consiguen, no tan sólo dejar indefensas a las personas afectadas, sino que también tengan sentimientos de culpa -sin haber hecho nada-, como es el mensaje central de Franz Kafka en su libro titulado “El proceso”.
Las personas afectadas se tornan difíciles de curar, debido a que el sentimiento de culpa es inconsciente, y suelen acudir al psiquiatra o psicólogo por otros motivos -como por ejemplo el insomnio- y como dice el psiquiatra español Carlos Castillo del Pino, en su libro “La culpa”, estos profesionales no indagan suficiente para encontrar el verdadero origen del insomnio, y se conforman con prescribir un ansiolítico, al cual suelen agregar otros medicamentos innecesarios como los carísimos antidepresivos.
Creemos que algo parecido a lo anterior llevó al inmenso y famoso escritor argentino Jorge Luis Borges, a escribir su inmortal poema “El remordimiento”, en el cual confiesa que «He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz. Mis padres me engendraron para el juego arriesgado y hermoso de la vida, los defraudé. No fui feliz, cumplida no fue su voluntad».
A lo anterior se agrega que el presidente argentino Javier Gerardo Milei dijo en una entrevista que “El verdadero infierno es llegar al final de tu vida, y decir como Borges No fui feliz. Sentir que no viviste de acuerdo a lo que sentís. Y darte cuenta que ya no tienes tiempo para arreglarla».
En el siguiente caso de conflictos por la relación traumática de padres e hijos tomaremos como referencia la excelente película “Promesa al amanecer”, basada en la vida del militar, escritor, político y diplomático Romain Gary (21 mayo 1914-2 diciembre 1980). Y aprovecharemos la ocasión para compartir con usted que el inolvidable y afable maestro de la psiquiatría dominicana, Lino Romero, publicó en marzo 2002 su libro “Cine, locura y psiquiatría”, en el cual de manera magistral analiza 22 películas de pacientes con trastornos psiquiátricos. En nuestro caso no analizaremos la película, sino recordar que está basada en la biografía del escritor Romain Gary. En ella se puede captar claramente la conducta deliroide de su madre, centrada en que su hijo tenía que ser famoso.
En su biografía Romain cuenta que era hijo de madre soltera, y que como su padre nunca quiso reconocerlo, entonces su progenitora decía que él era hijo de la estrella del cine ruso, Ivan Mozzhujin. Y desde ese dato comenzamos a percibir la personalidad de esta señora con deseos de grandeza para su hijo, algo parecido a lo del padre de Agassi.
Ella presiona a su hijo para que sea un triunfador en todo lo que haga. Y esto podría parecer muy noble, aunque en realidad caía en lo que se conoce en psiquiatría como idea deliroide, una idea sobrevalorada que no cede ante la argumentación lógica. Para que se entienda claramente pondremos el siguiente ejemplo: Un progenitor de nuestro país, puede estar convencido de que su hijo tiene buen tamaño, es fuerte y atlético, con las condiciones para ser firmado para el béisbol profesional y llegar a ser una estrella de las Grandes Ligas. Pero cuando lo presenta a algunos de nuestros Scouts de Baseball, como por ejemplo Júnior Noboa o Neftalí Cruz, estos luego de evaluarlo, con palabras decentes y amables le dicen que a su hijo le conviene más seguir sus estudios. Y estos padres aceptan la voz de la experiencia. En ese caso se trató de una idea sobrevalorada, que cedió ante la argumentación lógica de estos honorables scouts.
Mientras en el caso de la madre de Romain Gary, ninguna argumentación lógica le hacía ceder de su conducta, porque se trataba de una idea deliroide. Lo triste de este caso es que él logró triunfar socialmente en todas sus facetas -militar, escritor, político y diplomático- sin embargo, como su alma estaba lacerada desde su niñez, en diciembre de 1980 se suicidó de un disparo a la cabeza. Y aunque dejó una carta asegurando que el motivo fue la tristeza y depresión por la muerte de su ex esposa Jean Seberg, la realidad es que en su inconsciente, al igual que Jorge Luis Borges, descubrió tarde en su vida que no había sido feliz, pese a sus éxitos sociales, porque vivió una vida inauténtica, tratando, no de satisfacerse él, sino a su madre. Algo parecido a lo que dijo Agassi: «No eran mis sueños, eran los sueños de mi padre».
Finalmente, veamos el caso de otro hijo exitoso socialmente y frustrado afectivamente. Se trata del famoso escritor Franz Kafka, quien también tuvo con su padre una relación basada en el temor, no en el amor. Veamos este fragmento de su libro titulado Carta al padre: «Querido padre, una vez hace poco, me preguntaste porqué decía que te temía. Como de costumbre, no supe que contestarte, en parte precisamente por el miedo que me das, y en parte, porque son demasiados los detalles que fundamentan ese miedo, mucho más de los que podría coordinar a medias, mientras hablo. Yo hubiera sido feliz teniéndote como amigo, como tío, como abuelo, pero como padre has sido demasiado fuerte para mí. Bastaba que yo tuviera un poco de interés por alguna gente -cosa que debido a mi carácter no sucedía con mucha frecuencia- para que te entrometieras sin la menor consideración hacia mis sentimientos, y sin respeto por mi juicio; para que la cubrieras de insultos, calumnias y degradación. Yo había perdido ante ti la confianza en mí mismo, trocándola por un ilimitado sentimiento de culpa. Esa desconfianza se tornó en mi fuero interno en una angustia constante ante los demás».
Quien esto escribe cree innecesario intentar analizar esas palabras de Kafka, debido a que son axiomáticas.
Conclusión: Esperamos que los padres perciban que deben dejar «volar con sus alas» a sus hijos. Y que sepan que de esa manera, no tan solo se evitarán conflictos innecesarios con sus hijos, sino que estos terminen tomando la misma decisión trágica de Romain Gary, no tan solo de matarse de un disparo, sino también en las otras diversas maneras de suicidio, como por ejemplo el suicidio moral de la adicción a las drogas ilegales.
La Biblia dice: «Padres, no exasperen a sus Hijos». (Efesios 6:4. Biblia de Jerusalén Latinoamericana).
El autor es psiquiatra y general (R) del Ejército

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