MIRANDO POR EL RETROVISOR
Por Juan Salazar
Josefina (no es su nombre real) tenía una microempresa con dos empleadas que devengaban sueldo mínimo. Con una de las primeras alzas salariales en la actual gestión y con la factura energética que le llegó duplicada, tuvo que cancelar a una de sus trabajadoras. Otro incremento en su factura de electricidad -ahora cuadriplicada- y la antepenúltima alza del salario mínimo, la llevó a cancelar a su segunda empleada y a atender sola su negocio, en un intento por sobrevivir.
Cuando su factura energética tuvo otro incremento exorbitante, convirtiéndola en prácticamente impagable, decidió cerrar su negocio. La microempresaria abrió entonces un puesto de empanadas frente a su casa, el famoso “yaniqueque” que tanto consumen los dominicanos.
Y, paradójicamente, ahora le va mejor en la informalidad. Atiende sola su negocio, no paga impuestos y tampoco factura de electricidad. Recibe la tarjeta Supérate, con Bonogas incluido, que ahora usa para cocer sus empanadas.
La microempresaria que generaba dos empleos, ahora pasó a ser una trabajadora informal subsidiada.
Es la realidad de numerosas microempresas que cargan pesado con elevados costos de producción, pero que a diferencia de los grandes empresarios, no pueden traspasarlos a sus clientes.
Las mipymes juegan un rol importantísimo en el engranaje económico de la nación, ya que generan empleos y el llamado “menudeo” en los barrios carenciados. Por esa razón, se creó el 16 de mayo de 1997, en virtud del decreto 238-97 el Programa de Promoción y Apoyo a la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Promipyme), como dependencia del Ministerio de Industria y Comercio.
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Según la disposición presidencial, la intención fue promover el fortalecimiento y desarrollo competitivo de las llamadas Mipymes, además de contribuir con la creación de nuevos empleos productivos.
Ha sido tal el impacto de las Mipymes, que el 3 de febrero de 2017 fue promulgada la Ley 37-17 para reorganizar el Ministerio de Industria y Comercio, a fin de que comenzara a llamarse desde ese momento Ministerio de Industria, Comercio y Mipymes (MICM).
Aunque ahora integradas con mayor formalidad en el Ministerio que en principio se centraba en las grandes empresas y comercios, las Mipymes siempre requerirán un trato distinto porque son las más vulnerables a los vaivenes de la economía y, dentro de estas, sin dudas microempresas como la de Josefina.
Incluso la propia subdivisión de las Mipymes no es medalaganaria, ya que las micro jamás deben recibir el mismo trato que las medianas empresas. Pero aunque con las alzas salariales del mínimo su carga es menor, comoquiera, la combinación de inflación y carestía de algunos servicios, especialmente la factura de electricidad, ponen en juego su supervivencia.
Sería interesante conocer si el MICP lleva estadísticas del impacto de las alzas salariales y de la factura energética en las micro empresas y cuántas ha cerrado sus puertas en los últimos cuatro años agobiadas por esas cargas.
Todos sabemos que los grandes empresarios tienen una mayor capacidad para influir en el diálogo tripartido que precede a las alzas salariales. En el reciente debate ofrecieron un 10% y el sector sindical –que tampoco piensa en las micro empresas con sus aspiraciones- propuso un 30%.
En medio del “tira y jala”, el presidente Luis Abinader jugo el rol del rey Salomón, conocido por su sabiduría. Y actuó similar al rey israelita cuando le llevaron a su presencia a dos mujeres que se disputaban la maternidad de un niño. Sugirió que partieran la criatura en dos y dieran una mitad a cada mujer. Cuando una dijo que estaba de acuerdo, pero la otra pidió que le dieran el niño completo a su adversaria, Salomón supo quién era la verdadera madre.
Pero Abinader, contrario al rey Salomón, si partió la reciente alza salarial de 20% en dos, un 12% a partir del 1º de abril del presente año y el 8% adicional en febrero de 2026.
Y parece ser que el alza salarial seguirá siendo la tónica del actual gobierno para enfrentar el alto costo de la vida, una decisión que aporta poco al bienestar de la población beneficiaria, si al mismo tiempo no se adoptan medidas para controlar la inflación.
Lo más seguro es que ese 20% de alza salarial se lo tragará la inflación, incluso mucho antes de que se aplique la segunda parte a principios de 2026.
Para que esas alzas al salario mínimo del sector privado no sectorizado sean realmente efectivas, el gobierno debe controlar el alza de la tasa del dólar, de la factura de electricidad y de los precios de la canasta familiar.
Esos tres elementos también impactan incluso en “micro profesionales” a quienes no llegan las alzas salariales. Le pondré dos ejemplos palpables, amable lector: Un médico y un profesor universitario. El médico que percibe la carestía de la vida se lo transfiere a sus pacientes, aumentando el costo de la consulta, co-pagos y de los procedimientos que practica.
En cambio, el profesor universitario, que también recibe los embates del alto costo de la vida, depende de que la universidad ajuste el pago que recibe por las horas de docencia en función de la inflación. Pero se pueden contar con dos dedos de una mano y sobran, las universidades que lo hacen.
Ni siquiera con los magros sueldos que reciben por horas de docencia son tratados con justicia. Si un cuatrimestre termina a mitad de mes, las universidades suelen cobrar el mes completo a los estudiantes, pero a los profesores solo les reconocen dos semanas de clases.
Algunas universidades tampoco pagan la semana en que se imparten los exámenes finales, porque no los asumen como horas de docencia, pese a que es la parte del cuatrimestre más exigente por la cantidad de pruebas que los educadores deben corregir y el delicado cuadre de las calificaciones para su publicación.
Quizás algunos lectores podrían pensar que estoy opuesto a las alzas del salario mínimo. Todo lo contrario, pienso que no solo el mínimo, sino todos los sueldos deben ser ajustados cada año en función de la inflación.
No soy un experto en economía. Pero cuando los gobiernos aplican reformas fiscales que conllevan medidas de gran impacto, como alzas de impuestos, lo lógico es que vengan acompañadas de medidas de compensación para proteger a los sectores más vulnerables.
¿Cuáles han sido esas medidas de protección e incentivos a las micro empresas para evitar que sucumban como la de Josefina?
La realidad es que la microempresa de Josefina no podía sobrevivir en medio de condiciones tan adversas y al final dos personas también perdieron sus empleos.
Son, en definitiva, las angustias de ser micro en un país donde siempre predomina y se impone lo macro.