ENFOQUE
Por Felipe Román
Apreciado y amable lector, el título de este artículo está con signo de interrogación, debido a que todas las definiciones conocidas de Misandria, hasta la actualidad, coinciden en afirmar en esencia lo siguiente: Es el odio, o la aversión de la mujer hacia los varones. Sin embargo, quien esto escribe no está de acuerdo con esa horrible definición y más adelante le diremos la nuestra con su explicación.
Es importante que usted pueda percibir la diferencia entre feminismo y misandria. Por la definición que ya conocemos, las misándricas sienten odio y aversión a los hombres. Eso no sucede con las feministas, porque su lucha es por lograr la equidad en sentido general. Así, por ejemplo, la mundialmente famosa tenista Billie Jean King, encabezó en 1971 una lucha junto a otras cólegas para lograr que esas atletas recibiesen el mismo pago que los hombres por los premios obtenidos. Y aunque es cierto que la lucha ha sido larga -de más de 50 años- lo importante es que ya se están viendo los frutos desde el año pasado, ya que en todos los torneos principales de tenis se está pagando por igual a varones y mujeres. Y es muy importante que usted pueda percibir sin ninguna duda razonable, que ese tema del feminismo ha sido demonizado de manera sumamente injusta por muchos hombres y también mujeres, atribuyéndole propósitos deleznables.
Sin embargo, la meta nuclear de las feministas no es perjudicar a nadie, sino todo lo contrario, que haya equidad para ambos sexos. No se trata solo de un asunto de dinero (obtener una mejor paga), sino de alcanzar las mismas oportunidades, y muy especialmente ser respetadas, que no se siga usando un cinismo sádico, como, por ejemplo, sí una fémina consigue una posición de prestigio, que eso sea aceptado con naturalidad, como sucede con los varones. Mientras con las mujeres, muchos hombres y también muchas mujeres, suelen hacer comentarios socarrones, como por ejemplo: Fulana consiguió eso… porque sabe ser «generosa». O sea, si un hombre obtiene algo es porque es muy sagaz, mientras que si es la mujer… es porque es «generosa». Y ese es un acto de sadismo bárbaro, que casi siempre se escuda bajo la careta de un chiste, pero deja evidenciado el sadismo y la envidia de quien lo hace.
Como el grandioso filósofo Nietzsche recomendaba que para poder ser capaz de captar un concepto, había que rumiarlo. Entonces reiteramos que las feministas no están en contra de nadie, sino a favor de que exista justicia.
En nuestro artículo publicado en este mismo medio, titulado “Misoginia”, dejamos bien claro que existe injusticia contra las mujeres, tanto por instituciones religiosas -iglesias católicas y protestantes- así como por instituciones seculares.
Veamos ahora el asunto de la Misandria. Ya sabemos que existe consenso en definirla como odio o aversión a los hombres. Sin embargo, quien esto escribe no comparte esa definición, porque no es cierto que las misándricas odien a los hombres. En realidad lo que ellas desean es dominar al hombre, convertirlo en un pelele.
La mayor parte de las teorías sobre la génesis de las misándricas explican que estas se comportan así porque de niñas y adolescentes sufrieron muchos traumas afectivos, como por ejemplo vivir con un padre alcohólico, irresponsable y abusador. Haber sido violadas y muchos otros motivos que les hacen crecer deseando vengarse de los hombres. Sin embargo, lo cierto es que crecen deseando en su inconsciente poder dominar a los hombres, no desde una posición dirigencial en una empresa, o en las Fuerzas Armadas y la Policía, sino en especial en una relación de pareja, incluyendo lo que se denomina como parejas informales.
El psicoanálisis, con Freud a la cabeza, ha hablado y escrito muchísimo de los mecanismos inconscientes que intervienen en la elección de pareja. No vamos a describir esos mecanismos que en este tema en especial dejan la percepción de ser novelescos. Así que lo simplificamos diciendo que existe una enorme diferencia en las motivaciones para la elección de pareja en hombres y mujeres. Los hombres, por más «finos», «delicados» e «intelectuales» que parezcan o pretendan ser, la elección de pareja la hacen básicamente por características físicas de las mujeres, que son axiomáticamente innecesarias describirlas. Mientras las mujeres tienen diferentes motivaciones. Y en el caso que nos interesa de las misándricas, ya sabemos que su motivación es dominar al hombre hasta convertirlo en un guiñapo, aunque en la etapa de seducción y enamoramiento se comporten «apacibles», «dulces», y «comprensivas».
A partir del presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt, en 1933, se consiguió que el congreso y la oposición le concedieran 100 días de tregua para enfrentar lo que se conoce como la Gran Depresión Económica. Y desde ahí esta tregua se hace en muchos países. Sin embargo, en el caso de las misándricas, estás no dan ni un día de tregua a partir de que se hacen pareja. Y desde el primer día comienzan a dejar bien claro que son ellas las que tienen el control. Aunque debemos aclarar que existen excepciones, y muchas misándricas en lugar de una guerra clara, usan algo peor, lo que se conoce como sadismo benévolo, que consiste en lograr de manera aparentemente mansa que se haga siempre lo que ellas dicen, porque supuestamente es lo que más le conviene al hombre. Y esto es peor, o más dañino, porque ante los pleitos o guerra clara, el hombre se puede defender, mientras que ante el sadismo benévolo se siente impotente, porque incluso usan alegatos religiosos o divinos. Y esto provoca insomnio y enfermedades en el hombre.
Como la mayor parte de los terapeutas de pareja no tienen bien claro el mecanismo seductor de las misándricas, entonces suele ocurrir que estos «terapeutas» -entre los cuales se incluyen sacerdotes y pastores- lo que en la mayoría de los casos suelen hacer es complicar el caso para Los hombres, porque si una pareja de estas acude donde un sacerdote o pastor, ella le dirá «llorosa» que sufre muchísimo, alegando por ejemplo que él se va todos los viernes a reunirse con sus amiguetes. Entonces casi siempre el sacerdote o el pastor le dirán al hombre que lo mejor sería buscar un equilibrio, como por ejemplo reunirse con sus amiguetes viernes alternos. El hombre ante la autoridad de estos religiosos se sentirá aplastado. Y la misándrica se sonreirá internamente, porque logró lo más importante para ella: vencer y empequeñecer a su pareja.
Si esa pareja hubiese acudido, por ejemplo, ante quien esto escribe, le habría dicho: No dejes por nada del mundo tu costumbre de reunirte los viernes en la noche con tus amigos, porque sí lo haces, entonces ella te abandonará en menos de un año, y te detestará de por vida.
Para que usted pueda entender claramente la expresión anterior, debe saber que la misándrica tiene un mecanismo psicológico paradójico, o sea, a nivel consciente desea dominar al hombre, pero a nivel inconsciente lo que verdaderamente desea es que no se deje dominar, que demuestre su fortaleza de carácter, para captar que tanto ella como sus hijos podrán sentirse seguros. Es por ese mismo concepto, que cuando las perritas están en celo (calor) no permiten que los perros débiles copulen con ella, porque no desean que sus perritos sean débiles como ellos. Eso mismo también hace la leona de Tasmania. Y esto de las misándricas es así, aunque ellas se sigan quejando con sus amigas -y con todos que las puedan escuchar-.
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Deseo amable lector compartir con usted que en la década de los ochenta, quien esto escribe manejó un caso exactamente como el descrito anteriormente. Ella sabía desde el noviazgo que él se reunía los viernes con sus amigos. Pero ya de casados le exigía que dejase eso. Le dije a ambos lo que ya usted sabe. Y él dijo enfrente de ella: Sí ella quiere salimos de aquí ahora mismo a divorciarnos, porque no dejaré… para no cansarle a usted, le diré que siguen juntos y felices, pero también él le agregó los sábados para irse a su liga de Softball y también al golf….y es un empresario muy próspero.
Lo que muchos hombres no saben es que sí se dejan llevar al papel de peleles, entonces, estarán asegurando contraer diferentes enfermedades biológicas y afectivas, además de una infelicidad que penetrará hasta el tuétano de sus huesos, y un profundo aburrimiento que les hará sentirse mal en cualquier sitio donde estén. A esto se une que la misándrica lo despreciará precisamente por ser débil, y se hará realidad su temor de que la familia se romperá y, por otra parte, muchas misándricas, como una apreciada colega mía, me dicen: Doc…continuaré besando «sapos» hasta que encuentre mi príncipe.
Eso se debe al famoso cuento de hadas de los hermanos Grimm titulado “El príncipe sapo”. En la historia original el sapo no se convierte en príncipe por el beso de la dama, pero en los estudios cinematográficos de Walt Disney, hicieron ese cambio, y por eso se ha hecho famoso.
Otro problema que ocurre con sacerdotes y pastores tratando de hacer dizque terapia de pareja a una misándrica y su marido, es que estos suelen provocar en el hombre sentimientos de culpa, recriminándole su conducta, hablándole del temor a Dios, con lo cual dejan evidenciada su ignorancia psicológica -aunque muchos tengan títulos de psicólogos (as), pero tener un título no es garantía de ser un buen terapeuta. Y también dejan evidenciado su desconocimiento de que YHAVÉ no desea que le tengamos temor. Eso lo dice claramente el apóstol Juan: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor». (1 Juan 4:18).
El temor nos lleva a ser inauténticos, al sentimiento de culpa, a la infelicidad, al aburrimiento, y a tener infartos fulminantes, así como graves enfermedades biológicas y afectivas.
Conclusión: Por favor no olvide que las feministas tienen propósitos nobles. Y que las misándricas en cambio viven poniendo en práctica constantemente lo que se conoce como “lucha por el poder”. No tan solo con su pareja, sino también con sus hijos y con cualquiera que tenga tratos con ellas. Y que usted no debe perder su esencia (personalidad) como ser humano ante ellas, ni ante nadie, porque entonces tendrá con toda seguridad una vida aburrida y sumamente infeliz.
El autor es psiquiatra y general (R) del Ejército