Por Fernando Rodríguez
La vida puede, paradójica y simultáneamente, ofrecernos motivos de alegría y situaciones de tristeza y pesar. Debemos aceptar lo uno y lo otro entendiendo que no todo puede ser color rosa como tampoco tristeza y lamentos.
Estas divagaciones surgen ante dos noticias que involucran a dos personas de gran estima en mi vida. Uno que parte de este mundo, y otro que recibe un merecido galardón por su consagrada existencia a la literatura.
Me refiero primero, al fenecido hombre de ciencias, Arnaldo Espaillat Cabral, maeño sobrino del mártir de la batalla de La Barranquita, capitán Máximo Cabral, quien consagró su vida a la oftalmología, la investigación, la docencia y el servicio desinteresado a los demás.
El otro personaje es el entrañable amigo y laureado escritor y publicista, Efraín Castillo quien acaba de ser galardonado con el “Premio Nacional de Literatura 2025,” por la Fundación Corripio, en reconocimiento a su fecunda y extensa labor literaria.
Como si la vida quisiera recordarnos que debemos aceptar lo triste y lo alegre como parte integral de nuestra existencia, en la página 6 de este diario salió el pasado martes 28 la nota sobre el fallecimiento de Arnaldo Espaillat, y justo al frente, una página anunciando la premiación a Efraín Castillo