Por: Mary Leisy Hernández
En Europa, sorprende la cantidad de familias que en navidad no está en casa ni en casa de otros familiares, que viaja con sus abrigos y el espíritu navideño hacia otros países.
En ocasiones abarrotan las calles y aprovechando los días no laborables, se mueven a vivir navidades distintas a las que giran en torno a la tradicional mesa hogareña. Otros viajan en esta temporada, luego de pasar la noche vieja y el día de navidad en familia. Este último fue nuestro caso con nuestra visita a Praga, una ciudad que en invierno, que lo que tiene de fría, también lo tiene de hermosa.
Valió la pena aguantar temperaturas muy por debajo de cero grados. Igual, para mi, valió la pena caminar en medio de un paisaje tapado por neblinas pero igualmente hermoso, motivador. En diciembre, Praga es una auténtica representación de lo que nos muestran las postales invernales que nos llegan de lejos a nuestras navidades tropicales.
Allí, los mercadillos navideños, las luces, el frío, la música y todo el ambiente, aportan un encanto especial a esta temporada de recordación del nacimiento del niño Dios. Sin embargo, en lo religioso, las iglesias en Praga son más que todo para la música, para exponer las grandes composiciones de Beethoven, Mozart, Vivaldi y otros clásicos. Fue lo que vi en los días que estuve allí.
Es muy común que las iglesias tengan cinco o seis conciertos por semana y apenas uno o dos oficios religiosos. Es una ciudad con una historia apasionante. Conservan muchas particularidades en su arquitectura medieval.