Por: Jhonatan Liriano

 

En tiempos de incertidumbre y de búsqueda agitada del consumo y el interés individual, la Fiesta de la Base es un aliciente, una parada de descanso. Pero no por los buenos platos que prepara personalmente la anfitriona, ni por los tragos disponibles, ni por la disposición al baile y la alegría.

La Fiesta de la Base es un espacio donde una mujer ilustre y notable convoca y acoge a sus antiguos compañeros de trabajo (técnicos y obreros), para brindarles el trato que merecen los hermanos de la vida.

A esos convocados especiales entonces nos vamos agregando otros que hemos tenido la dicha de coincidir en el camino con esa mujer inmensa llamada Altagracia, la de Nizao.

La experiencia es un lujo, porque nos permite sentir y observar, en estos tiempos de vaciedad, uno de las expresiones más nobles y trascendentes de la condición humana: la fraternidad.

Gracias a Altagracia por permitirme ser observador y partícipe de la fraterna Fiesta de la Base.

 

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