Oscar López Reyes

El trauma psico-social dimanado del conocimiento y la discusión del proyecto legislativo de modernización fiscal ha redivido el concepto del consenso. En el epicentro de la sociológica Ley de la Contradicción de las cosas, formulada por Vladimir Ilich Lenin (1870-1924), el principal dirigente de la Revolución Rusa de 1917 como el fundamento para su desarrollo y resolución, se ha acentuado -increíblemente- en los cauces de la andadura auténticamente democrática. ¿Es posible que, a unanimidad, todos los sectores de la sociedad se pongan de acuerdo para darle carta de naturalidad?

El Emperador de las épocas Antigua y Media del Imperio Romano, la secta religiosa de ayer y hoy, y la dictadura de izquierda o derecha (se vuelve difuso distinguirla) no toleran una pizca de controversia, beligerancia o la disensión. Existe el consenso sin pluralidad en el espumarajo de la boca y como una simple traslación lingüística.

En la mesa de interconexión e interacción, con el trenzar de enmarañados intereses políticos, económicos y gremiales, arribar a un pacto sin flecos entre todas los integrantes de un colectivo, se posa más peludo que mantener la salud en una edad avanzada, que descubrir minerales raros y preciosos o, como observó el primer filósofo griego Tales de Mileto (c.624-546 a.C), que “conocernos a nosotros mismos”.

Para aproximarnos a una avenencia sin fisuras en el contraste, a través de conectores dialógicos no lineales, tenemos que apelar a un mapa sobre consenso y la mayoría simple o absoluta, dividido en tres dimensiones: pequeño, mediano y grande, alejado a su vez de la icónica muñeca Polly Pocket y de la clonación de un mono.

1.- Grupos pequeños, como un consejo o comité de 9 miembros. Se puede lograr el acoplamiento pleno o negociado antes de una reunión formal, como acontece a menudo con veteranos capitanes, caudillos, ultrarrevolucionarios y religiosos extremistas. En instancias judiciales se complejiza alcanzar la aquiescencia absoluta en un dictamen. Entre el 2010 y el 2024 han sido escasas las sentencias unánimes del Tribunal Constitucional, compuesto por 13 jueces. O sea, que hasta núcleos reducidos corretean en terrenos empedrados, obstaculizando compactar el parecer común.

2.- Grupos medianos, como el Congreso Nacional, con 200 integrantes. El amplio espectro político se antepone para el asentimiento entre ellos y aún más entre los ciudadanos. Rememoremos dos ejemplos dispares, muy sonados. El primero fue la espectacular concertación -en el 2008- de la matrícula de diputados, que firmaron un expediente acusatorio contra los 9 miembros de la Cámara de Cuentas, remitido al Senado para un juicio político. Tras sus comparecencias, dos de ellos fueron cancelados y siete renunciaron.

El segundo, la antítesis, es el relativo a la urticante polémica -se prolonga desde hace más de dos décadas- alrededor del Código Penal, esencialmente por las tres causales del aborto, que no ha podido ser aprobado por la muy pronunciada incompatibilidad e indeclinabilidad de dos fragmentos de parlamentarios y miembros de la comunidad nacional. Esta partición filosófica se interpreta que, con el incremento de los conglomerados, se distancia el consenso.

3.- Grupos grandes: una población de millones de habitantes, para escoger en elecciones libres al presidente de la República. Son multitudes heterogéneas, o sea, de distintas clases sociales, edades, sexos, zonas geográficas, etc., pertenecientes a decenas de partidos y agrupaciones políticas. A menudo no se consigue la mitad más uno de los sufragantes y se precisa de un balotaje o segunda vuelta electoral restringida a los dos candidatos más votados. Ni con la manipulación o el fraude, nadie ha ganado a unanimidad, y quien lograra esa hazaña sería digno de un estudio antropológico, sociológico, político y psicológico.

Habrá consensos en grupos pequeños, aferrados a simples tópicos de interés común, y rara vez a nivel político. Y complican las decisiones unilaterales sobre el déficit presupuestario, la deuda externa, la inflación, la carencia energética, la corrupción, la evasión fiscal, la inseguridad, el medio ambiente, la amenaza a la soberanía por extranjeros y otros estructurales. Tendremos que conformarnos con acuerdos parciales, porque el consenso pleno guiña casi como un mito.

La visión convergente para la construcción del consenso total puede existir dentro de un sub-conjunto minúsculo. La cuasi unanimidad radica en la mayoría, que constituye la esencia de la democracia. La minoría está obligada a someterse a la mayoría, con sensatez para la supervivencia de los gobiernos plurales y participativos.

Como epítome, a gobernantes y opositores, empresarios y marxistas, activistas sociales, recalcitrantes de derecha, militares, centrales de inteligencia operativa -como la CIA- y estudiosos de toda laya le encaja asimilar, como un aprendizaje para la acción, la Ley de la Unidad y Lucha de los Contrarios de Lenin, quien postuló que “ningún peldaño del desarrollo ni ningún adelanto de la historia puede ser tomado como definitivo, orientando de esta manera a la creatividad infinita”. Significa, no cerrarse en banda en ninguna circunstancia.

 

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