MIRANDO POR EL RETROVISOR
Por Juan Salazar
El icónico negocio “La Cafetera”, ubicado en la calle El Conde de la Ciudad Colonial o Zona Colonial, como suelen llamarle más a menudo, cerró sus puertas luego de 92 años de operación.
El establecimiento tiene un significado especial, ya que por casi un siglo fue punto de encuentro de políticos, músicos, escritores, pintores, intelectuales y otras personalidades, quienes tenían allí amenas tertulias sobre el acontecer literario y cultural nacional e internacional.
La Cafetera fue instalada en 1932 por el inmigrante español Benito Paliza, considerado el pionero en la torrefacción del café en el país, ese producto que, junto al azúcar y el cacao, ha incidido tanto en la economía dominicana a lo largo de su historia.
Una tarja en la parte frontal del inmueble, ubicado en El Conde peatonal entre las calles Duarte y 19 de Marzo, honra a exiliados españoles que llegaron al país, en 1939, huyéndole a la dictadura de Francisco Franco, y otra colocada por el Ministerio de Cultura, el 21 de octubre de 2022, declara a La Cafetera “Espacio Cultural de las Letras” por haber sido cuna de encuentros artísticos y literarios. El lugar ha sido también escenario de exposiciones, así como de lanzamiento y venta de libros.
El local donde funcionaba ya mostraba un evidente deterioro, el mismo que se observa en otros inmuebles de la adoquinada calle colonial, sumida en un descuido que la convierte actualmente en poco atractiva para los capitaleños.
El cierre de La Cafetera es la misma suerte que han corrido cerca de una veintena de establecimientos comerciales de esa zona, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, el 8 de diciembre de 1990, bajo el nombre de Ciudad Colonial de Santo Domingo.
El pasado viernes en la mañana decidí revivir uno de mis pasatiempos preferidos: Recorrer desde el parque Independencia, donde está el Altar de la Patria, hasta el parque Colón, la calle El Conde de la ciudad primada de América.
Y el recorrido no pudo ser más desalentador, porque la vibrante, bulliciosa y emblemática calle, no solo lucía casi desolada, sino que pude comprobar que otros negocios, al igual que La Cafetera, han cerrado sus puertas debido al descuido y la desatención de ese importante atractivo turístico.
Conversé allí primero con Félix Frías, un vendedor de artesanías con 32 años instalado en la vía, quien me confesó que “intenta sobrevivir” en medio de “esta crisis y abandono” que se observa en El Conde peatonal.
A poca distancia, Antonio, quien oferta collares, pulseras y anillos confeccionados a base de Larimar, me contó que las ventas “están lentas, no circula el dinero en la Zona Colonial”, pero alega que persiste en el negocio porque “De aquí crié a mis hijos”.
En el trayecto me encontré con Héctor Reyes, de 66 años, un músico invidente que no ocultaba el desaliento por las pocas monedas recolectadas a cambio de brindar su arte.
El músico invidente Héctor Pérez, de 66 años, hace una pausa con su guitarra, a la espera de transeúntes por la calle El Conde.
A lo largo del recorrido, observé puertas de metal corredizas con candados y con letreros de «Se alquila» y «Se vende». En otros se lee «Inmueble en proceso de restauración». Es frecuente ver áreas en construcción cerradas con planchas de zinc y calles inhabilitadas a la circulación tanto peatonal como vehicular por la misma razón.
Los negocios abiertos, a media mañana tenían pocos clientes, algunos ninguno. El parque Colón, punto de encuentro para amenas conversaciones y alimentar con maíz a las palomas que allí han hecho hábitat, lucía con la mayoría de sus bancos de metal vacíos.
A mediados de septiembre de 2014 entrevisté a la arquitecta Maribel Villalona, en ese tiempo coordinadora general de “Fomento al Turismo Ciudad Colonial”, un programa integral de intervención de la zona, diseñado por el Gobierno dominicano con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Villalona me explicó que el rescate, con el aporte de expertos en urbanismo nacionales e internacionales, incluía revitalización de calles y plazas, soterrado del cableado eléctrico y de telecomunicaciones, mejora del sistema pluvial, restauración de fachadas y pintura de viviendas, intervención de la emblemática calle El Conde y rescate de monumentos coloniales, incluida una profunda remodelación en las Ruinas de San Francisco. También contemplaba mejoría de servicios, incremento de la seguridad, nuevas rutas turísticas, fomento de nuevas inversiones, apoyo a micro negocios y reordenamiento de buhoneros y artesanos.
La idea partió 15 años antes como un conjunto de 41 proyectos de preservación y revitalización urbana, pero el gobierno y el BID decidieron darle un giro para vincularlo con la nueva visión mundial de conservación de los patrimonios.
Otro negocio con largo tiempo operando en la calle El Conde, ya tiene dos letreros de «Liquidación total» y «Se vende-alquila».
Entre las novedades que Villalona me detalló en esa entrevista estaban convertir a la Ciudad Colonial en “Zona 30”, para que ningún vehículo pueda circular a más de 30 de kilómetros por hora por sus calles, donde los conductores se acostumbraran a la idea de desplazarse por un área con perfil europeo. Citó los bolardos de pequeña altura, para impedir el estacionamiento de vehículos en las aceras o que penetren a una zona peatonal y el servicio de “delibery” en bicicletas.
El programa contemplaba, además, “La quinta fachada” para convertir los techos de los edificios coloniales en un atractivo turístico, colocando allí flores, mesas y otros elementos decorativos, incluso camuflando los tinacos para darles otra vista.
Inmuebles de la Ciudad Colonial muestran un aspecto ruinoso.
Un objetivo primordial del programa era colocar a la Ciudad Colonial en capacidad de competir con los grandes “malls”, que actualmente resultan tan atractivos, especialmente para los jóvenes, pero que son espacios cerrados.
Diez años después, la ejecución del programa “Fomento al Turismo Ciudad Colonial” sigue a paso de tortuga, pese a que se prevé que los hallazgos fruto de exploraciones arqueológicas, como el primer acueducto y parte de la muralla de la Ciudad Colonial encontrados al inicio de los trabajos, arrojarán datos importantes para la reconstrucción del pasado histórico de la primera ciudad del llamado Nuevo Mundo y para el fortalecimiento de su oferta turística, yendo más allá de sol y playas.
El programa contemplaba devolverle el protagonismo al peatón con la construcción de estacionamientos públicos, para que el visitante deje su vehículo en esos lugares y se desplace a pie por la Ciudad Colonial.
Lamentablemente, no se han construido los parqueos públicos contemplados en el programa, solo uno en Las Atarazanas. Un estacionamiento cerrado “temporalmente” el 24 de junio de 2021 por la Alcaldía del Distrito Nacional para corregir fallas estructurales y demolido más tarde, ubicado en la calle El Conde con José Reyes, todavía no ha sido concluido.
A la izquierda, el parqueo de la calle El Conde con José Reyes, cerrado por fallas estructurales en 2021, tres años después, todavía esta en etapa de construcción.
Y muchos inmuebles siguen mostrando un aspecto ruinoso, a la espera de la prometida restauración y pintura de fachadas.
La Ciudad Colonial de Santo Domingo tiene que apostar a la modernidad sin perder su esencia.
Uno de los logros de Cartagena de Indias, la homóloga colombiana de la Ciudad Colonial de Santo Domingo, es cómo se gestiona, pese a tener menos primicias que nuestro país en su centro histórico. Cartagena de Indias se convirtió a través de los años en una ciudad que envuelve el pasado con el presente.
Por ejemplo, lograron convertir en un atractivo, el lago que se formó por un desvío en las mareas a causa de un bombardeo pirata. Antes sólo se formaba en épocas de marea alta, pero el gobierno de Cartagena logró drenar el agua para que sea permanente y hoy no solo ofrece una impresionante vista panorámica, sino que es utilizado para la práctica de deportes acuáticos.
Nuestra Ciudad Colonial requiere atender aspectos tan elementales como la falta de parqueos, baños públicos y un efectivo manejo de los desechos sólidos, que si encuentran quienes visitan las grandes plazas comerciales ubicadas en el centro de la capital.
Ahora veo que jóvenes emprendedores se interesan en instalar negocios en la Ciudad Colonial, pero gestionándolos de una manera diferente, con el uso incluso de las modernas tecnologías. Esos emprendedores necesitan el apoyo oficial para que sus sueños no terminen como La Cafetera.
La mayoría de los bancos del parque Colón, punto de reunión para tertulias, lucían vacíos al caer la mañana del pasado viernes.
En definitiva, hay que revitalizar el programa diseñado para revitalizar la Ciudad Colonial, y valga la redundancia, porque esa zona conserva sus estampas que la han hecho tan atractiva para los visitantes.
Pues les cuento que el recorrido del pasado viernes por la Zona Colonial lo terminé lustrando mis zapatos en la calle Pina, en el llamado Paseo de las Flores, donde en un cubículo Carmen preparaba un bello arreglo de rosas rojas y girasoles cantando a todo pulmón un tema musical de la cantante mexicana Gloria Trevi: “Dices que me vaya ahora, que aún estoy a tiempo que puedo escapar. Que vas a soltar mi mano para que yo corra hacia mi libertad … No querías lastimarme… No querías lastimarme … ¡Me querías matar!
No permitamos que escapen o “mueran” más negocios que, como La Cafetera, por décadas le han dado vida a nuestra atractiva Ciudad Colonial.
En el Paseo de las Rosas, mientras Carmen seguía cantando emocionada esa canción de la Trevi, el limpiabotas apodado Caché me resumió la actual situación en la Ciudad Colonial con tinte lapidario: «Esto no es lo que era antes».