Enfoque
Por Felipe Román
Amable lector, este título podría traerle a su memoria otro publicado el 21 de octubre 2023, titulado “Nietzsche, cristianismo y locura”. Sin embargo, le aclaro que éste será diferente, debido a que no nos referiremos a la demencia que afectó a Nietzsche en los años finales de su vida. A esto se une que el anterior era más universal, mientras que éste se centrará en un enfrentamiento entre Nietzsche y Jesucristo.
Nietzsche desde su adolescencia tenía un rasgo en su personalidad que lo denominaremos Anestesia Empática, del cual diremos de manera simple que era su dificultad para identificarse y tener buenos sentimientos hacia los demás.
Veamos algunos ejemplos que nos ayudarán a conocer mejor lo anterior. Iniciaremos con sus expresiones airadas y despectivas hacia su madre y su hermana, tomadas de su libro titulado Genealogía de la moral. “Cuando busco la antítesis más profunda de mí mismo. La incalculable vulgaridad de los instintos, encuentro siempre a mi madre y a mi hermana, creer que yo estoy emparentado con tal Canaille (Gentuza), sería una blasfemia contra mi divinidad. El trato que me dan mi madre y mi hermana, hasta este momento me inspira un horror indecible; aquí trabaja una perfecta máquina infernal, que conoce con seguridad infalible el instante en que se me puede herir cruentamente- en mis instantes supremos- pues entonces falta toda fuerza para defenderse contra gusanos venenosos». Deseamos que usted perciba con claridad algo paradójico, o sea, en sus palabras vemos que él se considera «divino» -aunque lo dijese metafóricamente- sin embargo, más adelante veremos que le irrita la divinidad de Jesucristo. Entonces al considerarse divino, califica como heridas cruentas, que su madre y su hermana -como es normal en la vida cotidiana- le llamen para por ejemplo pedirle que venga a almorzar. Y como eso podía ocurrir en un momento donde él estuviese escribiendo uno de sus libros -«en mis instantes supremos»-, eso le hacía sentir un «Horror Indecible». Incluso era tan fuerte el berrinche, que define a su madre y su hermana como si estuviesen dotadas de poderes diabólicos («una máquina infernal»), a quienes no les daba «su merecido», porque nos dice que estas sabían herirlo en los momentos en que se sentía incapaz de defenderse de esos «gusanos venenosos». Usted debe imaginar que sí hubiese sido capaz de sacar fuerzas, las hubiese aplastado como si fuesen alimañas.
Veamos ahora de su libro titulado: “Ecce Homo” la manera como se expresa de su padre. «Considero un gran privilegio haber tenido el padre que tuve; los campesinos a quienes predicaba -su padre fue pastor protestante- decían que un ángel habría de tener sin duda un aspecto similar». Al leer lo anterior es probable que usted se dijese mentalmente: El autor de este artículo, no se dio cuenta de su metedura de pata, pues nos dijo que Nietzsche tenía lo que denominó con evidente altanería Anestesia Empática. Ante eso precisamos que es muy frecuente que las personas ansiosas, saquen conclusiones apresuradas. Así por ejemplo, sí usted no hubiese sido ansioso, habría esperado a ver lo que él sigue diciendo.
Friedrich Wilhelm Nietzsche fue un filósofo alemán.EXTERNA |
Veamos: «Mi padre murió a los treinta y seis años, era delicado, amable y enfermizo, como un ser destinado solo a pasar de largo, más una bondadosa evocación de la vida, que la vida misma». Entonces aunque sus primeras palabras podrían parecer sublimes, en realidad al seguir leyendo, podemos percibir, claramente, que no se identifica con su progenitor, porque creía que su padre había pasado por esta vida sin hacer nada memorable, nada de lo que él podría sentirse orgulloso y admirarlo. Por esa razón aseguramos que él no amaba a su padre, porque la condición nuclear para amar, ya sea una persona, o cualquier cosa, es sentir admiración hacia ese objeto de su amor. Y sí eso no sucede, usted puede usar toda la palabrería que usted quiera, pero en esencia realmente usted no ama.
Son muchos los ejemplos del irritable Nietzsche, antes de llegar a lo de Jesucrito, pero solo tomaremos uno más de su libro “El ocaso de los ídolos”. Veamos qué dice de uno de sus colegas más prestigioso: «Sócrates era plebe. Sabido es y aun hoy se puede ver, cuán feo era. No olvidemos tampoco aquellas alucinaciones del oído, que fueron interpretadas como el «demonio de Sócrates» , todo en él era exagerado, bufo, caricatura, todo era al mismo tiempo oculto, colmado de equívocos subterráneos».
No vamos a analizar esos improperios de Nietzsche sobre Sócrates por ser evidentemente banales. Ahora veamos lo que nos dice de Jesucristo en “Genealogía de la moral”. «Ese Jesús de Nazaret, ese «redentor» que trae las bienaventuranzas y la victoria a los pobres, a los enfermos, ¿no forma parte de la oculta magia negra de una política verdaderamente grande de la venganza, de una venganza de amplia mira, subterránea, de avance lento, precalculadora, el hecho de que Israel mismo tuviese que negar y que clavar en la cruz, como sí se tratase de su enemigo mortal, al auténtico instrumento de su venganza, a fin de que «el mundo entero», es decir, todos los adversarios de Israel pudieran morder sin recelos precisamente de ese cebo? ¿Y por otro lado, se podría imaginar en absoluto con todo el refinamiento de espíritu, un cebo más peligroso? ¿Algo que iguale en fuerza atractiva embriagadora, aturdidora, corruptora, a aquel símbolo de la «Santa Cruz», a aquella horrorosa paradoja de un «dios en la cruz»?. La moral del hombre vulgar ha vencido, se puede considerar esta victoria a la vez como un envenenamiento de la sangre (ella ha mezclado las razas entre sí)».
Continuando con su Anestesia Empática, intenta burlarse de Jesucristo, usando comillas para llamarlo Redentor. Y todos sabemos su intención al hacerlo de esa manera. Y al mismo tiempo nos deja saber cuánto le irritaba que Jesucristo dijese lo que se conoce como el Sermón de las Bienaventuranzas (Mateo 5:1-12). Y además tiene una manera muy especial de entender la muerte en la cruz, y nos describe ese hecho como un acto de venganza del pueblo de Israel, y que ese instrumento de su venganza es Jesucristo. Para él dicha venganza consiste en que el hombre vulgar ha triunfado. Produciéndose una transvalorización, de modo tal que: «¡Los miserables son los buenos, los pobres, los impotentes, los bajos son los únicos buenos; los que sufren, los indigentes, los enfermos, los deformes, son los únicos benditos de Dios, únicamente para ellos existen Bienaventuranzas. Los ateos seréis eternamente los desventurados, los malditos y condenados». (Eso está en Genealogía de la Moral).
Entonces el metamensaje de Nietzsche es que un pueblo así (Israel), debe ser borrado de la faz de la tierra. No era necesario que lo dijese claramente, debido a que a manera de metamensaje era más demoledor. Y muy desgraciadamente Hitler se identifica con su metamensaje (de manera Empática), con las consecuencias que todos conocemos. El concepto de Superhombre de Nietzsche, Hitler lo acoge como Superraza. Y por esa razón, esa Superraza no podía estar constituida por judíos, aunque fuesen prestigiosos judíos-alemanes. Y tampoco podían formar parte sin importar su raza: los indigentes, los deformes, los pobres. Por tal razón no debe resultar sorprendente el extraordinario genocidio cometido en la Segunda Guerra Mundial contra los judíos y otros grupos étnicos, por la diabólica influencia de las ideas de Nietzsche en Hitler.
Veamos ahora un mini diálogo de Nietzsche con Jesucristo. Nietzsche: Te detesto porque tu mensaje es tan solo muchas palabrerías, como si fuese un político en campaña, buscando seducir con palabras almibaradas. Pero a mí no me engañas.
Jesucristo: Lo cierto es que tú no creerías en mí, aunque yo resucitase a tu padre. Y te aferras a tu ateísmo porque es lo único que sientes que alivia un poquitín tu angustia existencial. Así que tan solo te digo a ti lo que le dije precisamente a los judíos: Sí no creen en mí por mis palabras, entonces crean por mis obras (Juan 10:38).
Conclusión: Gozamos del libre albedrío que nos permite aceptar como buenas y válidas las expresiones de Nietzsche o de cualquier otro. O aceptar las palabras de YHAVÉ y Jesucristo.
El autor es psiquiatra y general (R) del Ejército