Por: Oscar López Reyes

En la década de 1960 se difundía, profusamente, el criterio de que la historia había que escribirla por lo menos 50 años después de su ocurrencia, para no lastimar a familiares de los involucrados en los aconteceres, y que publicar biografías requería la aprobación de los descendientes de los reseñados. Aterrorizaron, en esa cuesta, los asesinatos de tres periodistas: Andrés Requena, Jesús de Galindez y José Almoina, por editar en el extranjero libros denunciativos de la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo.

Hoy, el democrático libre de albedrío y las innovaciones tecnológicas han virado el anterior discernimiento, con el predominio del presente histórico y no del tiempo remoto. Se editan libros aún con la sangre corriendo por las cunetas, como la invasión rusa a Ucrania (2022-2024) y el genocidio de Israel en Gaza (2023-2024), en tanto que se certifica que las semblanzas/memorias no autorizadas son más auténticas y contundentes, por la ausencia de censuras y el acomodamiento de las cronologías.

Actualmente retumban con la vivacidad de la inmediatez y el ciclo real que despiertan mayor interés y emocionalidad -en el uso del presente del indicativo- las narrativas lingüísticas y retóricas de hechos históricos, que son aquellos que trascienden a la brevedad de las noticias comunes, o sea, que se transmiten significativamente de generación en generación, como los descubrimientos e invenciones, intervenciones militares, golpes de Estado, genocidios, hambrunas, pandemias, ciclones y terremotos con secuelas destructivas y fatídicas.

El relato a prima face en el tufo de la pólvora, sin aguardar que la nave temporal borre evidencias y extinga a testigos, está siendo ampliamente utilizado para conocer con rapidez parte de la verdad y estimular la profundización e interpretación en la lámina gramatical. La validez del presente histórico se incrusta bajo la lupa de que muchos episodios serán entendidos más adelante, con más exactitud.

Quiénes no se animan a tomar en sus manos y leer, en la intempestiva secuencia de sucesos estremecedores, los recientes libros Dos veces en el mismo río: La guerra de Putin contra las mujeres (Sofi Oksanen y Laura Pascual Antón, fecha de lanzamiento: 14/03/2024), La vida en tiempos de guerra. 26 testimonios reales y desgarradores de la guerra de Ucrania (David Castillo, 15/4/2024), Fin de una era: la guerra que lo acelera todo (la de Ucrania, Jorge Dezcallar, 21/2/2024), Gaza: Crónica de una Nakba anunciada (13/5/2024), Descifrando Israel (Sal Emergui, 4/3/2024), y Descolonizando la Mente Palestina (Haidar Eid, 19/2/2024).

Esas obras testifican que la historia ya es el presente, lo que nos explica que en la enseñanza inicial, media y universitaria tenemos que superar la visión convencional de la historia antigua, moderna y contemporánea. En los intervalos de la conjugación verbal del pasado y el presente, las perspectivas de la instrucción para el futuro en los planos nacional, regional y local convoca a una pedagogía con enfoque humanista, de identidad nacional y cultura de paz.

El conocimiento de la historia permite enterarse que el 2 de octubre de 1952 fue abatido a tiros en Nueva York Andrés Requena, autor de Cementerio de cruces; el 12 de marzo de 1956 fue secuestrado en Nueva York Jesús de Galindez, quien editó el libro La Era de Trujillo. Un estudio casuístico de dictadura hispanoamericano, ultimado por el sátrapa en Santo Domingo, y el 4 de marzo de 1960 cayó fulminado por las balas en México José Almoina, quien escribió el texto Una satrapía en el Caribe. El brazo de Trujillo alcanzó a los tres, que habían huido de República Dominicana.

La cognición de los años de atrás evita tropiezos y pellejerías, como. el jovencito aquel a quien le preguntaron los nombres de los padres de la patria, y respondió que Juan, Pablo y Duarte; el tutor que nunca pudo contestar las indagatorias de su criatura, el experto en alta gerencia que adiestró a un grupo de profesores extranjeros y no satisfizo numerosas interrogantes históricas y el maestro de matemática que entretenía a sus contertulios -porque no conocía- que, en los eventos internacionales, se interesaban por saber trozos históricos de la República Dominicana.

En función de las premisas precedentes, ¿para qué es rentable codearse con la historia?

1.- Conocer los orígenes y la evolución de las sociedades, las instituciones, los grupos y las personas, a fin de ubicarse dónde estamos y cómo construir el futuro.

2.- Aprender de los desaciertos de los ancestros, para no reproducirlos, y asimilar el dicho tradicional de que quien no conoce el pasado está obligado a repetirlo.

3.- Extraer lecciones de los hechos relevantes ocurridos e implementar una interlocución entre el pretérito, el ahora y el mañana, con una visión crítica, en una perspectiva interpretativa.

4.- Comprender por qué han cambiado las costumbres, las ideas, los valores morales y espirituales, y cómo readecuarlos a los escenarios emergentes.

5.- Responder, apropiadamente, preguntas históricas y antropológicas en entornos familiares, académicos, laborales y mediáticos.

6.- Entender cómo han sido forjadas las naciones y los roles de los héroes y próceres, para proseguir sus esfuerzos titánicos por el engrandecimiento de la patria y el fortalecimiento del sentido de pertenencia.

7.- Profundizar en el manejo de datos relevantes -partes militares, informes, mapas, imágenes, cartas y otros documentos- como fuentes históricas para la ilustración y la extracción de insumos lógicos para la enseñanza y la difusión colectiva.

8.- Reconocer y registrar a los conglomerados humanos, sus identidades, las diversidades, los usos de los mecanismos de poder y penetrar en la forma de cómo lograr su crecimiento y desarrollo.

9.- Ser útil para la toma de decisiones sociales y la creación de leyes y otras normas convivencia.

10.- Formular hipótesis y teorías de la temporalidad contemporánea, el discurso y la representación socio-cultural, y la transmisión generacional en los procesos sociales, para ayudar a pensar y a crear conciencia histórica.

Como ciencia social, la historia (política, económica, cultural, religiosa, militar, tecnológica, científica, etc.) representa la identidad y la diversidad en el tiempo y el espacio. Como una rueda de molino que siempre vuelve, ha de ser aprovechada para desarrollar, cual modelo de competencia, el pensamiento crítico y analítico, para desmontar los mitos de la tradicional historia estatal y su descontextualización con el presente y la vida cotidiana.

Como colofón, tenemos que replicar los planteamientos del filósofo y filólogo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900), quien singularizó que no basta el historicismo icónico de concebir al pasado como pasado; reprende el testimonio en la tergiversación y la idealización, y acuerpa la explicación para la comprensión: «La Historia, enfocada nada más como un problema de conocimiento y, en menor grado, sólo de divulgación y no de análisis, no tiene en sentido estricto ninguna repercusión sobre la vida».

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El autor: miembro/colaborador de la Academia de Historia, miembro de número del Instituto Duartiano y directivo de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos.

 

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