Por: Alejandro Santos
Iniciamos citando al presidente Abinader, quien dijo recientemente: «El tema de Haití es un reto y es muy complicado porque se trata de asuntos que se remontan a muchos años; son problemas muy arraigados».
Todos sabemos que somos una isla dividida en dos países y separados por una inmensa frontera, diferente en aspectos económicos, sociales, culturales, lingüísticos, costumbres, etnia, religión, etc. Estos factores de diferenciación son incluso más fuertes que la frontera física que divide geográficamente a ambas naciones.
Si RD y Haití tuvieran más rasgos en común, todo fluiría de manera más simple y natural; lamentablemente, esa no es la realidad. Las diferencias marcan una barrera casi insuperable. Así se fundaron, así se desarrollaron, y así han permanecido a través del tiempo.
Los esfuerzos por crear una unidad entre RD y Haití, como si se tratara de iguales, han fracasado y seguirán fracasando, como ha sido hasta nuestros días. Como ha resultado imposible mezclar el agua y el aceite.
Al no existir una vía de unidad o fusión entre RD y Haití, lo que queda disponible es la cooperación o el enfrentamiento. Estas dos vías son contrarias entre sí, pero no está de más destacar la permanente posición dominicana de armonizar y colaborar con nuestro vecino, un aspecto que ellos ven con desdén y recelo.
Ante los fracasos sucesivos y la innegable postura de rechazo a la participación dominicana por parte de Haití, en los intentos pasados y presentes, solo queda asumir esta realidad como casi imposible de solucionar. Haciendo un ejercicio de verdad y realidad, debemos plantearnos otra vía de relación entre RD y Haití.
UNA IDEA PROVOCADORA
En la visita reciente de Antony Blinken, Secretario de Estado de los Estados Unidos, el Presidente Abinader expresó lo siguiente: “”En los hospitales públicos de República Dominicana, el 14 % de los internamientos y el 34 % de los partos son de inmigrantes indocumentados haitianos. En ningún sistema de salud del mundo ocurre esto»», manifestó el jefe de gobierno.
Si la RD tiene una carga tan elevada en gastos hacia estos renglones para asistir a la población haitiana, nuestro país, en consecuencia, debiera recibir fondos de la comunidad internacional para paliar el sacrificio que representa dentro del presupuesto nacional.
Matemática y económicamente hablando, hay una merma en los fondos públicos dominicanos que muy bien podrían ser utilizados para otros fines, dada la multitud de problemas que enfrenta la sociedad dominicana.
Aquí está el planteamiento provocador: proponemos crear el PLAN RECTOR DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL PARA HAITÍ. Esto significaría que la RD pasaría a recibir y administrar fondos de la comunidad internacional para gestionar, organizar y ejecutar parte de la cooperación internacional hacia Haití, en materia de salud, educación y seguridad.
Ningún país tiene mayor interés que la RD en que la población haitiana tenga un nivel de vida más elevado, que les permita quedarse en su país en lugar de querer cruzar la frontera hacia la RD.
Esto garantizaría un uso adecuado de los recursos de la comunidad internacional, con el fin de mejorar las condiciones de vida de los haitianos en su propio país.
La RD, con fondos de cooperación de la comunidad internacional, podría invertir en hospitales y escuelas en la frontera, primero como una acción humanitaria, y segundo, garantizando un control del flujo migratorio para que esas personas reciban atención y regresen a su país de inmediato. De esta manera, podríamos evitar que, como ocurre actualmente, penetren en toda la geografía nacional, abarrotando los hospitales y escuelas de todo el país.
Asimismo, se establecerían más controles de seguridad con tecnología moderna, para tener una base de datos clara y precisa de las personas que cruzan la frontera dominico-haitiana.
En este planteamiento, consideramos que la RD debería ser dotada de recursos por parte de la comunidad internacional, no para confrontar militarmente a Haití, sino para tener mayor capacidad de solventar autónomamente la inversión humanitaria que ya de por sí realiza nuestro país para atender a la población haitiana.
Las ideas radicales son complicadas porque no permiten ver los matices intermedios. Sabemos de la complejidad del tema de las relaciones dominico-haitianas. En estas circunstancias, no hacer nada y quedarnos de brazos cruzados es la peor de todas las medidas que podemos adoptar para enfrentar esta difícil situación en las relaciones dominico-haitianas.