Por Fernando Rodríguez
En su último período presidencial, trabajando para enrumbar al país por los senderos de la decencia en la administración pública, el fortalecimiento institucional, la mejoría en la educación, seguridad ciudadana, electricidad, alimentación y las condiciones de vida de los más pobres, el presidente Abinader tiene varias ventajas entre las que se destaca, la libertad de actuar sin ataduras o compromisos con personas o sectores que solo buscan sus beneficios personales o grupales.
Además, cuando salga del poder puede volver a dedicarse a sus labores en el sector privado rechazando hasta engancharse a la privilegiada nómina de la entelequia política denominada Parlacén, contrario a sus antecesores Leonel Fernández y Danilo Medina, por lo que su retiro pudiera ser tan honorable como hubiese deseado su finado padre Rafael Abinader, quien fue ejemplo de eficiencia y pulcritud en el manejo de los fondos públicos.
Puede dejar fuera de la administración pública a quienes entiende no llenaron las expectativas en los cargos que ocuparon en su primer gobierno y cancelar a los nuevos funcionarios que no se ajusten a las normas éticas requeridas para el correcto desempeño de sus funciones. Esa es su potestad y confiamos en que la ejercerá para bien del país, su partido y su imagen personal.