Fernando Rodríguez C.
Recientemente me vi precisado a utilizar los servicios del programa de asistencia vial del Ministerio de Obras Públicas y pude comprobar la eficiencia de un servicio cada vez más importante por los riesgos que se corren en la carretera debido al alto índice de delincuencia que predomina en el país.
Esto conlleva a que algunos motorizados que se acercan a quienes han sufrido algún percance, lo hacen con el pretexto de ayudar cuando en verdad lo que buscan es asaltar al accidentado.
A mi vieja Toyota Prado se le fundió el motor debido a que la bomba de agua se dañó de regreso a la capital, desde Santiago, y temía, como en efecto sucedió, que oscureciera por los peligros que entraña el andar solo de noche, lo que hace más vulnerable a cualquiera.
Sin embargo, debo reconocer la oportuna presencia de los militares de Asistencia Vial a quienes acudí, en dos ocasiones, hasta sacarme a lo claro donde esperé la grúa de mi compañía de seguros que me trajo a la capital cerca de la medianoche.
Me llamó la atención la cortesía con que los militares tratan a los beneficiarios de sus servicios y su amable pero firme rechazo a cualquier intento de propina o gratificación económica.