Por Fernando Rodríguez C.
El quehacer político del país conlleva una serie de prácticas que, a lo largo de la historia, se han repetido tanto que han llegado a considerarse normales al margen de las implicaciones éticas que conllevan cuando los cambios de un partido a otro, puedan incluir beneficios económicos personales o la garantía de recibir atenciones generosas para las instituciones que representan o dirigen como es el caso de los alcaldes, directores de distritos municipales y regidores de todo el país que han renunciado del PLD para pasar a formar fila en el PRM, partido en el poder, cuyo presidente Luis Abinader, les ha ofrecido un excelente trato complaciéndolos en la ejecución de numerosas obras en las provincias y comunidades que representan, en adición a la posible repostulación a los mismos cargos en las elecciones venideras o el nombramiento en el tren gubernamental.
Esta práctica, que abarca a los congresistas y otros cargos oficiales, existe desde Balaguer y se intensificó en los 20 años de gobierno del PLD, partido que ahora se escandaliza y denuncia como pecaminosa una práctica que le proporcionó grandes beneficios electorales a expensa de succionar, hasta convertir en entelequias a partidos como el Reformista Social Cristiano y el Revolucionario Dominicano de Miguel Vargas.